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viernes, 11 de marzo de 2011

Día Internacional de la Mujer

Queridas cóngeneres y gentiles muchachos que nos acompañan:

Es un honor para mí darles la Bienvenida a esta 4ta. Edición de la Correcaminata que organiza el Instituto Davreux, en conmemoración del día de la Mujer. Es un orgullo inmerecido que hayan pensado en mí para compartir con Uds algunas reflexiones en este evento que se realiza con fines benéficos para la Fundación Conin. Es éste un acto loable que apunta a otorgar visibilidad a estos sujetos muchas veces olvidados que somos las mujeres.

Felicito a las autoridades y personal del instituto Davreux por producir una vez más este hecho que tiende a hacer visibles algunas de las asimetrías de género con las que convivimos a diario.

Nuestra ciudad es testigo de cómo crece día a día el rol de las mujeres en una enorme variedad de actividades que antes eran escenario exclusivo de los hombres. Pero es indudable que en un mundo controlado todavía por ellos presupone un esfuerzo extra para nosotros, que ponemos alma, corazón y vida para ser madres y obreras, amas de casa y políticas, esposas y empresarias, artistas y docentes, pero siempre MUJERES, ante nuestros compañeros y nuestros hijos, algunos de los cuales muchas veces no logran amainar cierto espíritu machista que todavía llevan dentro. No es de ellos la culpa. Nuestro sistema social está estructurado a partir de la opresión de las mujeres, por lo que debemos ser muy fuertes, audaces y corajudas en nuestra lucha.

Muchas veces nos tratan de arpías, brujas, marimachos, malas madres, pésimas esposas, pero en realidad yo creo que lo que pasa es que tienen mucho miedo y quieren hacernos pagar muy caro que intentemos desafiar a ese Poder Masculino Despótico que hasta hace muy poco tiempo muchas aceptábamos sin cuestionar, porque debíamos ser “BUENAS MUJERCITAS”, obedientes y sumisas, hermosos y silenciosos “floreros” . Y es por eso que en nuestro psiquismo existen antiguas huellas que nos inducen al sometimiento. Por eso, muchas de nosotras seguimos teniendo miedo. Son siglos de prepotencia y muchas, demasiadas mujeres, 260 en argentina en 2010, han sido víctimas mortales de la “violencia de género” que algunos siguen empeñándose en llamar “Crimen Pasional”, y que ven nuestro país está matando a 4 mujeres por semana, porque todavía vivimos en una sociedad “androcéntrica”.

De 13.000 casos de violencia de género sólo 42 victimarios han sido procesados. Los datos son escalofriantes. No podemos quedarnos en silencio, viviendo como “natural” el maltrato en sus diversas formas cotidianas, abramos las puertas, gritemos, salgamos, juntémonos con otras mujeres, preparémonos para ampliar y mejorar los espacios de denuncias y de optimizar la aplicación de las leyes. Tenemos que tener claro que la muerte es sólo el último eslabón, por lo que hace falta que junto a los hombres solidarios, que existen también, estemos unidos para poder promover los cambios culturales y gestionar la aprobación de reglamentaciones que nos permitan contar con los recursos que hoy aún no tenemos.

No somos santas, y tenemos el derecho de no serlo.

Envejecemos y tenemos el derecho de no ser veinteañeras toda la vida.

No somos el “ideal” que soñaban nuestros padres, nuestros compañeros, nuestros hijos o nuestros nietos, pero no por eso debemos sentir vergüenza o culpa.

Muchas veces oímos decir: “Pero qué diablos quieren las mujeres?” Es muy simple. Queremos ser soberanas de nuestras propias vidas. Y tenemos derecho a serlo.

Unamos nuestras manos con las de los hombres inteligentes emocionalmente para poder ejercer esta soberanía, y para que todos los seres humanos puedan hacerlo.

Nuestro deseo es nada más y nada menos que nos respeten para que seamos dueñas de nuestras propias vidas. Si lo logramos, todos creceremos y el mundo mejorará.

Desde la más silenciosa esclavitud, estamos en camino hacia el desarrollo de la humanidad. Estemos alertas y lúcidas, démonos permiso a nosotras mismas.

Queridas congéneres: Dentro del dolor profundo, ensordecedor, desolador, enloquecedor, que a veces sentimos, cuando se nos considera inferiores, limitadas, dependientes, habita precisamente nuestra sorprendente sabiduría, nuestro magnífico poder y nuestra maravillosa gracia. Descubrámoslas juntas y usémoslas sin miedo y con solidaridad.

Palabras pronunciadas por la Lic. María Cristina Ruffini en la Correcaminata Día de la Mujer.

Pergamino, marzo de 2011

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